Nos encontramos con Jaume Roures (Barcelona, 1950) en la nueva Casa Abacus, en pleno corazón del Raval. No es un barrio cualquiera para él: aquí nació y ahora regresa para desarrollar un nuevo reto profesional, el nacimiento de Abacus Futur, la empresa de creación de contenidos editoriales y audiovisuales de Abacus. Su trayectoria profesional es simplemente impresionante: más de 10 años en TV3, formando parte del equipo fundador de la televisión pública; 30 años en Mediapro, la empresa de contenidos audiovisuales que creó y desde la cual ha producido películas con directores como Woody Allen o Fernando León de Aranoa, entre muchos otros; ha impulsado documentales de denuncia política y social; y ha revolucionado las transmisiones deportivas y la gestión de los derechos del fútbol y otros deportes. Desde mediados de 2024, ha iniciado una nueva aventura con Abacus Futur. Con él nos disponemos a hablar del presente y del futuro del sector audiovisual; del papel que puede desempeñar Abacus en las industrias culturales; y del rol de la cultura en nuestra sociedad. Una conversación deliciosa en la que queda claro que le gustan los retos y que ha puesto todos los sentidos en que este proyecto tenga éxito.
Tu llegada a Abacus ha sido recibida con mucha alegría, y también con mucho respeto. Ahora que ya llevas unos meses conociendo la cooperativa desde dentro, ¿cómo crees que, desde una empresa como esta, se pueden crear contenidos editoriales y audiovisuales que sirvan para construir una sociedad más plural y fortalecer el pensamiento crítico?
Abacus ya está en esta línea; lo hemos visto en campañas como Nenes Valentes o con la producción de muchos documentales. Sin ir más lejos, hace poco se estrenó el documental sobre el restaurante Disfrutar. ¿Qué contamos allí? Pues es una obra que habla de la creatividad, el talento, la cultura del esfuerzo y del trabajo en equipo… De eso se trata. No lo abordamos desde la frivolidad de la deconstrucción de la patata, es otra cosa. Y en esta capacidad de ir más allá en la creación de contenidos, Abacus ya tiene un recorrido bastante amplio. Muchas veces se interpreta que estos contenidos son directamente políticos. Yo creo que hay muchas maneras de crear contenidos que tengan que ver con nuestro imaginario y con los valores. A finales de año me incorporaré al equipo audiovisual.

Pero, a ver, ¿cómo se puede combinar la vocación cultural y transformadora de un proyecto como Abacus con la necesidad de llegar a grandes públicos? Porque es un dilema difícil de resolver…
Yo creo que en el propio mundo del cine, de los contenidos audiovisuales, se han creado unas categorías en las que se decía “esto es cine comercial”, y era como un estigma. Y para mí, tanto cuando editamos libros como cuando hacemos una película, lo que tenemos que intentar es hacer llegar lo que queremos decir al mayor número de personas posible. Y si eso no ocurre, es que algo estamos haciendo mal. Si una editorial publica un libro y no se vende, se considera un fracaso. En cambio, en el mundo audiovisual, si haces una producción que ven cuatro gatos pero ha ido a un festival, no pasa nada, porque parece que lo importante no sea llegar a la gente, sino crear contenidos de otra calidad. Yo creo que eso es un error: si la gente no te ve o no te compra el libro, es que lo has hecho mal. El reto es crear contenidos que transmitan lo que queremos decir y que lleguen a todos. Y si no lo conseguimos, si fallamos, no es porque la gente sea idiota; es culpa nuestra.

Has dicho en alguna ocasión que “hacer contenidos útiles y que respeten al público funciona”. ¿Cuáles son para ti los principios básicos para que un contenido sea útil?
Te lo respondo con un ejemplo reciente. La última película que hice, El 47, transmite los mensajes correctos sobre la inmigración, sobre la vivienda, etc., con una historia de hace 50 años y con un par de personajes potentes. En el fondo, es una historia de hace tantos años, pero que habla de los mismos dramas actuales. Es muy lamentable, pero es así. Y, aunque no sea una comedia, ha funcionado mejor que muchas comedias. Y no tengo nada en contra de ese género; solo lo digo porque a menudo se contrapone diciendo que la comedia es comercial, que llega a un público amplio… y lo otro se supone que es para gente inteligente.
Esa película conectó emocionalmente con muchísima gente…
A mí me ha sorprendido muy positivamente la gente que venía y me decía: “esta es la historia de mi familia”. Personas que, además, yo tampoco identificaba como hijos de la migración. En este sentido, también fue el mensaje de Eduard Sola en los Premios Gaudí al hablar de La casa en flames. Él dijo que gracias a lo público, él, nieto de personas analfabetas, había podido contribuir a construir el país a través de contar historias. Historias de gente real, como los que aparecen en El 47: la monja catalana, el extremeño que ha tenido que huir de la miseria y la represión, y cómo mantener la dignidad les lleva a encontrarse defendiendo los derechos. Y lo hacen en unas condiciones que eran durísimas, y es muy difícil para nuestros hijos entender todo lo que pasó y lo que significó. Pero es importante contarlo y que se entienda. Y que lo hagan personas como Eduard Sola. Ojalá en el futuro haya personas de orígenes diversos que puedan contar historias catalanas desde sus propias realidades.



Pues hablemos de futuro, porque en un contexto de concentración global de los medios y las plataformas, ¿qué ventaja o responsabilidad tiene un proyecto cooperativo y arraigado como el de Abacus?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la competencia ofrece muchas oportunidades. De entrada, en lo que tiene relación con el audiovisual, las plataformas aportan unos súper presupuestos para elaborar contenidos. Actualmente, en el mercado hay cada año 100.000 millones que antes no existían. Por lo tanto, si haces productos de calidad, se abren unas ventanas de oportunidad que hace 5 o 6 años no existían.
Pero en el caso de Abacus hay un factor de ventaja muy importante: la proximidad. Las librerías y tiendas, que están ahí desde hace décadas, de toda la vida, pueden ofrecer esa cercanía. Somos nosotros quienes debemos saber aprovechar este gran valor que nos permite conocer al cliente, poder hablar con él, saber responder a sus inquietudes, explicarle hacia dónde van las tendencias… y trabajar con calidad. Eso Amazon no puede ofrecerlo. Cuando compras en esas grandes plataformas, entras en un lugar impersonal que tiene cosas baratas y que te las enviarán a casa en 48 horas, pero no podrás hablar sobre un libro, pedir referencias, sentirte cuidado… Tampoco tendrás la seguridad de que lo que recibas estará en buen estado; tendrás que estar pendiente en casa… Tenemos que saber aprovechar todas esas debilidades de los grandes monopolios.

Eso sirve cuando hablamos de tiendas. Pero en el resto de áreas de negocio de Abacus, ¿cómo se aplica ese ejemplo?
Fíjate en el caso de la prensa comarcal y local. Creo que es la única que seguirá existiendo, porque contará cosas que los demás nunca contarán. Porque no tienen ni espacio ni voluntad, y además captará un mercado publicitario que no puede expresarse o que no tiene la capacidad de hacerlo en los grandes medios. Esto me hizo pensar en Joan Font, el propietario de BonPreu. Hace unos días, en una charla con gente de Abacus, él explicaba este mismo modelo basado en la calidad y la proximidad. Lo que hace él y lo que hacemos nosotros en Abacus es lo mismo, con una diferencia: que nosotros hacemos contenidos. Por lo tanto, el peso social y político no es el mismo; nosotros tenemos una responsabilidad. Y cuando hacemos películas o libros, levantamos banderas.
En la primera Escola Juli Vela te preguntamos si se podía ganar un Oscar desde Barcelona. Abacus apuesta por crear contenidos desde Cataluña, en catalán pero también en otros idiomas. ¿Cómo se consigue ese equilibrio entre defender la lengua propia y llegar a públicos diversos e internacionales?
Este reto no tiene que ver con la lengua, sino con la calidad. Siempre pongo el ejemplo de los daneses, que son como nosotros en términos de población, que hablan una lengua mucho más compleja que la nuestra, pero que han ganado un espacio en el mundo del cine y la televisión gracias a la calidad. Y esa es la cuestión de fondo; lo demás es victimismo de muy baja calidad.
Los nórdicos han construido unos contenidos de thriller en serie, lo que se llama noir, con historias muy buenas. Se ponen en la noche helada y son capaces de trasladarte a un mundo muy diferente del tuyo, y han sido pioneros en el thriller político, con el gran ejemplo de Borgen. Las historias que cuentan son magníficas, y la lengua no es ningún impedimento, porque si no la sabes, se soluciona con los subtítulos. Respetar la versión original es muy importante para respetar la calidad.
¿Entonces podemos hacer lo mismo aquí?
Sí, pero aquí siempre nos buscamos distintas excusas para no hacer las cosas como es debido. Se trata, por ejemplo, de invertir dinero en enviar a la gente que destaca en el campo de la interpretación a Estados Unidos, del mismo modo que enviamos personas a hacer másteres de todo tipo por todo el mundo. Deberíamos preguntarnos por qué ese modelo de internacionalización no sirve para los actores, los guionistas o los productores. No nos lo planteamos porque tenemos una mirada muy corta.
Abacus Futur quiere ser un punto de encuentro para los mejores creadores del país. ¿Qué necesita un creador para poder desarrollar proyectos con ambición y garantías desde Barcelona?
Lo que necesitas son buenas historias. Eso es lo primero. Después, tienes que ir encontrando los medios. Pero si la historia no es buena, por mucho dinero y recursos que pongas, no funcionará. Ahora bien, los medios no son solo dinero para sacarlo adelante. Te pongo un ejemplo: El buen patrón sin [Javier] Bardem no es lo mismo. Es muy difícil que otro actor pudiera hacer lo que él hizo en esa película. Ahí teníamos una buena historia combinada con un gran talento para interpretar el personaje. Ese es el trabajo del productor: hacer encajar esas buenas historias con la gente que mejor puede dirigirlas y con la gente que mejor puede interpretarlas. No digo que sea fácil. Pero es un camino que no te puedes saltar.

Hace casi un año que conoces Abacus desde dentro. ¿Qué has descubierto del mundo cooperativo que no conocías antes? ¿En qué crees que hay que mejorar?
Vengo de una experiencia de negocio muy diferente. De mis últimos 40 años, pasé 10 en TV3 y 30 en Mediapro. Mis clientes eran desde un club de fútbol hasta multinacionales de la televisión, y no te podías relacionar con ellos del mismo modo. Por lo tanto, hay una parte del trabajo que se hace en Abacus que no se parece a lo que yo he hecho. Pero sí detecto algunas cosas que podemos mejorar. Por ejemplo, en Abacus todo es muy lento. Es normal que eso ocurra en empresas que van creciendo y creando una serie de obligaciones y estructuras que antes no existían. Necesitamos ser más ágiles.
Y luego hay otra reflexión. Tengo la sensación de que hay gente que cree que las empresas cooperativas no tienen que ganar dinero. Y eso es un error, porque si no tenemos beneficios no podremos sacar adelante nuevos proyectos ni ser ambiciosos. Una cooperativa no es un grupo de empresarios que buscan enriquecerse, pero eso no significa que no deba tener objetivos ambiciosos. Porque si no picamos piedra, si no somos ágiles, entonces fracasaremos. Tenemos que estar al pie del cañón siempre, cada día. Lo decíamos antes: en este mundo hay cada vez más competencia global, y eso nos obliga a ser más intensos, más responsables y más rápidos.

Para terminar, ¿dónde te gustaría que hubiera llegado Abacus Futur de aquí a cinco años? ¿Qué se debería haber conseguido para poder decir que esta apuesta ha valido la pena?
No lo sé, la verdad. Mira, yo de pequeño no quería ser bombero. Cuando me hice mayor, tampoco. Hace un año y medio pensaba que me jubilaría en Mediapro, y ya no estoy allí. Por lo tanto, no sé dónde estaremos dentro de cinco años. Lo que me interesa es la visión que tenemos y los medios que ponemos para avanzar. Hasta dónde lleguemos o no depende de muchas cosas. Sobre todo, de los medios que vayamos aportando. Y no hablo solo de dinero. Me refiero a la profesionalidad, al rigor, a la responsabilidad, al respeto hacia los compañeros y hacia afuera. Si todos esos atributos son tu pan de cada día, dentro de cinco años estarás muy lejos, y dentro de diez, aún más arriba. Eso es lo más importante; el resto son castillos en el aire. ¿Dentro de cinco años facturaremos 500 millones? ¿Por qué poner límites? Quizá sean 600 millones…
